La cavidad oral es un auténtico oasis para los microorganismos. La humedad, la temperatura y el aporte periódico de nutrientes la convierten en un verdadero paraíso para el crecimiento de virus, hongos, parásitos (protozoos) y, sobre todo, bacterias.
En cada mililitro de saliva, se calcula que hay unos 100 millones de microorganismos de más de 600 especies diferentes, que forman una flora microbiana en equilibrio conocida como flora saprófita. La descompensación de esta flora puede causar la aparición de patologías.
Si los microorganismos presentes en la cavidad oral se acumulan en la parte posterior dorsal de la lengua y en los surcos o las bolsas periodontales pueden provocar halitosis, un problema importante con gran repercusión social que genera un impacto negativo en la autoestima de quien la padece.
La halitosis (o mal aliento), debida a la liberación de compuestos sulfurados volátiles en el aire expelido por la cavidad oral, afecta a un 30% de la población adulta en algún momento de su vida y, en un 90% de los casos, tiene su origen en la cavidad oral.
La halitosis puede clasificarse en:
- Halitosis genuina o verdadera, cuando el mal olor de boca está presente y puede medirse y objetivarse.
- Pseudohalitosis, cuando no existe mal olor de boca pero la persona está convencida de que lo presenta.
- Halitofobia, cuando la persona muestra un miedo excesivo a padecer mal olor de boca y convierte ese pánico en una obsesión que condiciona su vida.
A su vez, la halitosis genuina o verdadera puede dividirse en:
- Halitosis genuina fisiológica, sin enfermedad asociada y presente, de manera transitoria, en función del momento del día, de la comida ingerida, etc.
- Halitosis genuina patológica (oral o extraoral), resultado de enfermedades o procesos patológicos.
Llevar a cabo una correcta higiene bucodental, no fumar, beber alcohol con moderación, no permanecer largos períodos de tiempo sin ingerir alimentos y/o bebidas no azucaradas, moderar el consumo de grasas, aumentar la ingesta de verduras crudas y realizar una limpieza dental profesional dos veces al año disminuirán el número de bacterias productoras del mal aliento presentes en la boca y eliminarán los compuestos malolientes resultantes de la fermentación bacteriana de proteínas, péptidos y mucinas (compuestos sulfurados volátiles).
La higiene bucodental incluirá, además del cepillado de los dientes, la limpieza de los espacios interdentales (mediante cepillos interproximales y/o hilo dental) y de la lengua (con la ayuda de un raspador, arrastrador o limpiador lingual), así como la realización de gargarismos con un colutorio específico. Según la literatura científica, el colutorio que tiene más evidencia es una combinación de antisépticos de clorhexidina al 0,05% y de cloruro de cetilpiridinio al 0,05%.
La lengua es un huésped idóneo para las bacterias, tanto por su extensión como por su irregular anatomía. El cepillado y el raspado de la lengua no sólo reducen los compuestos sulfurados volátiles resultantes de la putrefacción bacteriana, sino que también agudizan el sentido del gusto. Según distintos estudios publicados, el limpiador lingual ofrece mejores resultados que el cepillo de dientes para conseguir este efecto sobre la lengua (Almas y cols.).
Por todo lo expuesto, puede deducirse que, ante una persona con problemas de halitosis, es imprescindible invertir el tiempo que sea necesario en concienciarlo de la necesidad de mantener una buena higiene bucodental, cuyo objetivo va más allá de tener una dentadura blanca o una sonrisa saludable. Mantener hábitos diarios de higiene bucal y visitar regularmente al odontólogo no sólo permitirán prevenir o controlar la halitosis, sino también determinar si el mal aliento procede de la cavidad oral (90% de los casos) o esconde alguna patología sistémica.