No hay excusas: las caries son consecuencia de la higiene y alimentación, no de los genes

Las caries dentales constituyen uno de los principales –sino el mayor– problemas de salud bucodental en todo el mundo. Unas cavidades en los dientes y muelas que provocan que la pulpa dental quede expuesta a las infecciones, por lo que deben ser inmediatamente ‘reparadas’. Y para evitar que esto pase, es totalmente necesario de cuidemos de nuestra salud oral, principalmente con el cepillado de nuestros dientes. De hecho, y si bien se ha sugerido una posible predisposición genética, el papel que juegan nuestros genes en el desarrollo de las caries es, de haberla, nimio. No en vano, un estudio llevado a cabo por investigadores del Instituto J. Craig Venter en Rockville (EE.UU.) ha demostrado que la salud de nuestros dientes es consecuencia de nuestros hábitos de higiene y de nuestra dieta –sobre todo, del consumo de azúcar–. Es decir, nuestras madres tenían toda la razón del mundo al insistir una y otra vez en que nos cepilláramos los dientes.

Como explica Karen Nelson, directora de esta investigación publicada en la revista «Cell Host & Microbe», «durante algún tiempo, el dogma de la comunidad dental ha venido constituido por la limitación del consumo de azúcar y la liberación de ácido en la boca. Ahora, nuestro estudio identifica las especies bacterianas que pueden ser adquiridas a través del ambiente y que tienen la capacidad de provocar caries».

Predisposición no heredada

Desde principios del pasado siglo XX se sabe que la formación de caries dentales se encuentra asociada a la composición de nuestra flora bucodental, muy especialmente a la presencia de la bacteria ‘Streptococcus mutans’. Y es que una vez concluimos nuestras comidas, este microorganismo tiene por costumbre liberar ácidos que erosionan el esmalte dental. Pero, ¿qué factor tiene más peso en la composición de nuestra flora bucodental? ¿Los genes o el ambiente?

Nuestro estudio identifica las especies bacterianas que pueden ser adquiridas a través del ambiente y que tienen la capacidad de provocar cariesKaren Nelson

Como apunta Karen Nelson, «decidimos centrar nuestro estudio en niños teniendo en cuenta dos hipótesis: que el microbioma oral cambia rápidamente con la edad; y que probablemente los hermanos, mellizos o gemelos, comparten el ambiente. Esto nos permitió tener un mejor control sobre la influencia de ambientes únicos y compartidos».

Los resultados mostraron una mayor similitud de la flora bucodental en los gemelos idénticos que en los mellizos. Un resultado esperable y que indica que hay una contribución genética sobre la probabilidad de que una especie bacteriana concreta habite o no en nuestra boca. Entonces, ¿la carga genética es más importante que el ambiente en lo que respecta al riesgo de caries? Pues no. Y es que las especies bacterianas cuya presencia viene fuertemente condicionada por la genética no son las implicadas en el desarrollo de las caries.

Es más; el estudio también muestra que la abundancia de las cepas bacterianas ‘hereditarias’ disminuye según cumplimos años. Lo que no implica que nuestras bocas queden desprovistas de bacterias: las cepas ligadas al ambiente son cada vez más numerosas.

Cuidado con el azúcar

En definitiva, nuestra higiene y cuidado bucodental, que no los genes legados por nuestros padres, son los principales responsables de que padezcamos o no una caries. De hecho, los autores desatacan entre sus resultados el hallazgo de una asociación entre ciertas especies bacterianas específicas y el consumo de azúcar.

Como concluyen los investigadores, «las bacterias asociadas con una menor incidencia de caries se encontraron en menor abundancia en los gemelos cuyas comidas y bebidas tenían un alto contenido en azúcar añadido. Por el contrario, las bacterias más comunes en los niños que consumían mucho azúcar se asociaron con una mayor incidencia de caries».

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